(Figura topológica del toro. En la teoría lacaniana el Deseo corre dando la vuelta por las paredes de la figura cilíndrica, siempre sin tocar el centro, que es el vacío del sujeto, mientras por el hueco del cilindro corre la pulsión; por girar siempre en torno a un vacío decimos que hay un desconocimiento del sujeto en relación con su deseo, situación que potencializa, precisamente, lo pulsional en él.)
Si para el inconsciente su política es la del síntoma, cosa de la cual el sujeto busca su propia forma de gozar de este mismo, y en este sentido el capitalismo promueve su participación ante la insatisfacción del propio síntoma del sujeto, con las regalías imaginarias que este le promueve por los medios de comunicación, causando represalias al deseo del propio sujeto y haciéndolo gozar cada vez de distintas formas con los ideales imaginarios que le ofrece el mercado y eso es parte de los diversos aspectos de cómo acallar al síntoma del sujeto.
No se trata de una lucha de clases sociales, menos de revoluciones, ni siquiera la igualdad y de valores de la sociedad -como propone el fundamentalismo empresarial capitalista-, se trata de formas de cómo el sujeto instala su deseo ante la molestia de su síntoma y hacerse semblantes ideales de trabajo para ejercer su propio deseo en la dimensión simbólica y no solamente en residuos imaginarios dotados de principio de placer, ya que las nuevas generaciones forman parte de un gran consumismo de goce y no del deseo; ya que este ultimo implica compromiso con un otro social y no una forma de erudición hacia el saber ortodoxo. De este malestar Jacques Lacan menciona que:
La cuestión del deseo queda en primer plano, incluso, de las preocupaciones de los poderes. Quiero decir que es muy necesario que haya alguna manera social y colectiva de manejo con él. Esto no es más cómodo de un cierto lado de la cortina que del otro. Se trata, siempre, de moderar un cierto malestar,” el malestar de la cultura”, como lo llamo Freud. No hay otro malestar en la cultura que el malestar del deseo. (Lacan, 1958-59).
De este malestar es atrapado el sujeto, y esto saca provecho el capitalismo, donde hace presente complejidades inútiles y distracciones farmacodependientes, las cuales obligan al sujeto estar siempre ocupado en el pequeño objeto a, y esto mismo hace que se distraiga de su deseo, esta lógica la vemos en las jornadas de trabajo de la cual el obrero gana restos de goce, y esto lo impulsa hacer que vuelva cada día al trabajo, como un retorno insaciable de su propia insatisfacción.
Por eso la ética sería que cada sujeto ejerza su propio derecho al deseo, por medio de la ley del Nombre del padre, que acabaría en ciertas direcciones metonímicas que llevarían hacer del sujeto un ser político, esto sería la dirección de la cura que establecería la verdad en el propio inconsciente del sujeto, su propia verdad inequívoca.
Por: Jorge Landeros.
Bibliografía
Lacan, Jacques (1958-1959).El Deseo y su Interpretación, Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, retomada por Psikolibro, pag.163
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